Eldain

La historia de Eldain es conocida. Intentó convivir pacíficamente con los humanos y, como muchos hicieron antes que él, se dió cuenta de que era imposible. Incluso si intentas pasar desapercibido y tragar tu orgullo, llegará una tormenta, una enfermedad, un aborto, y alguien será el responsable. Así es como funcionan los humanos. No pueden aceptar que hay cosas que simplemente pasan, necesitan una excusa. Yasi siempre es un elfo. Y luego llegan las palizas, las violaciones, los pogromos. Una y otra vez. ¿Cuáles eran sus posibilidades? Correr o luchar. Y eligió la segunda.

Eldain sabe que está condenado, todos los elfos lo están, y ha decidido irse por la puerta grande. Morirá mañana, o en un mes, o la próxima primavera, pero pronto. Pero puede vivir en la memoria de la gente, puede convertirse en una pesadilla, un nombre que solo se mencione en voz baja, un nombre que se utilice para asustar a los niños. Ese monumento perdura más que el bronce.

Eldain sabe cómo instigar miedo en sus enemigos. Sus guerreros se pintan las caras con colores de guerra, torturan y abandonan los cuerpos de sus víctimas a la vista de todos. Atacan desde las oscuras profundidades del bosque primaveral, siluetas casi imperceptibles en la niebla matutina, envenenadas flechas volando desde ninguna parte.

Pero la gente que conoció a Eldain, y vivió para contar la historia, juran que no es el monstruo  sediento de sangre que se dice que es. Al parecer, es una persona tranquila, educada y amante de la música. Un cautivo trovador preguntó una vez, como último deseo, si podía tocar la flauta, esperando que Eldain mostrara piedad y le perdonara la vida. Eldain escuchó, hipnotizado por la melodía, y aplaudió encantado cuando el eco de la última nota se desvaneció en el bosque. Luego desolló vivo al trovador.


Arte conceptual de Nemanja Stankovic


Ilustración de Anna Podedworna